Una piedra en el camino


 El fin de semana pasado tenía toda la intensión de viajar en el carro a pasar el puente festivo en Bogotá. Tenía todo listo: El carro con gasolina, el plan para entrar y salir sin violar el pico y placa, dinero para los peajes, hasta el entusiasmo de meterme en el trancón.

El día anterior al viaje saqué el carro para comprar unas cosas. Comencé a notar que cada vez que yo frenaba, el vehículo chillaba como si estuviera espichando un pajarito. A medida que andaba, el ruido se volvía más notorio. Como era la hora vespertina y no tenía tiempo de mandarlo a revisar, decidí dejar el carro parqueado en mi casa y viajar al día siguiente en transporte público. 

Esa mañana me encontré con el paro indefinido de los trabajadores de la termoeléctrica bloqueando el paso en la carretera. Me tocó hacer maromas para tomar un bus que se metiera por entre la montaña evadiendo el bloqueo, hasta empatar de nuevo con la carretera en Tunja. Llegué a Bogotá tres horas después de lo presupuestado.

Regresé a Paipa sin mayor problema al final del festivo y el miércoles de esta semana por fin saqué tiempo para llevar el carro al taller a hacerle la revisión de los frenos. Unas horas después, el técnico me devolvió el carro arreglado y cuando le pregunté qué habían encontrado, me entregó una piedrita de resebo que sin lugar a dudas había salido de la vía de acceso a mi casa. En uno de esos ires y venires la tal piedrita se las había arreglado para incrustarse entre las pastillas de frenos y los discos de una de las llantas de adelante.

Le conté a varias personas lo sucedido enviándoles la foto de la piedra, y acto seguido aprendí sobre la simbología múltiple que conlleva la misma. "¡Chanfle! ¡Hay que guardarla!" Dijo una. "Te sacaron la piedra", dijo otra. "Quién esté libre de culpa...", dijo una más. 

Yo mientras tanto en mi cabeza comencé a cantar todas las melodías que me sabía con la palabra "piedra": 

"Tropecé de nuevo y con la misma piedra". 

"Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar". 

"Piedra, ¡Déjame! piedra. ¡No me deformes más!". 

"Corazón de piedra, corazón. Corazón de piedra". 

"Yo levantare piedra sobre piedra". 

"Me volví un ladrón de versos, piedra libre para mí". 

"Porque al mirarte me conviertes sin querer de piedra a papel". 

Hoy estoy feliz de no haber tenido que pagar millonadas por la reparación del carro, gracias a mi decisión de no viajar en él. Si lo hubiera hecho, seguramente se habría averiado el sistema de frenos y hubiera tocado mandar cambiar varias piezas. En vez de eso, en el taller me felicitaron por mi precaución y no me cobraron un peso por el arreglo. 

Mientras escribo esto tengo la piedrita metida en el bolsillo, no vaya y sea que siga teniendo poderes mágicos y desaparezca todo lo que la semana entrante se viene para pagar.

Comentarios

Entradas populares