El guerrillero

 


Las meninas, de Diego Velásquez
La semana pasada asistí a una tertulia literaria en la que charlamos sobre el cuento El Guerrillero de la escritora colombiana Alba Lucía Ángel. Se trata de un relato en el que se advierte a Felicidad Mosquera que vienen a buscarla para que delate el paradero del guerrillero con el que ella ha sostenido un amor escondido, y se detalla todo lo que ha de pasarle de no revelar ese secreto. 
 El relato está escrito en segunda persona, pero no se sabe a ciencia cierta quién habla. Podríamos deducir que es un cuento epistolar, que la protagonista está recibiendo la noticia en una carta escrita por alguien que la advierte para que salve su vida. Podríamos también decir que más que una carta es un monólogo interior, que Felicidad Mosquera se pregunta a sí misma por qué se metió en amoríos con el guerrillero, debate consigo misma lo que le puede pasar y ya le ha pasado a otras mujeres de su comarca y decide morir con miedo pero sin delatar al amado y sin perder su dignidad. Podríamos también pensar que es una conversación con una amiga cercana que la pone sobre aviso, o lo que yo leí, que el cuento es un regaño de su mamá, que al tiempo que la reprocha por meterse en amores con quien no debe le da fuerza para que encare con dignidad a quienes la están buscando. 

 La única manera de saber que estamos hablando de un guerrillero es porque así se llama la obra, de la misma manera como, decía yo en la tertulia, en Las Meninas de Diego Velázquez todos los personajes representados en la pintura miran algo que está fuera del cuadro, que bien podría ser uno como observador de la obra, pero que en realidad son los reyes de España que están entrando al recinto y solo se develan a través del reflejo del espejo que se encuentra colgado en la pared del fondo.

 Esta genialidad de Alba Lucía Ángel permite que uno como lector decida quién está narrando la obra y por ende le de un carácter particular y único al texto con cada lectura. "El guerrillero" exige un lector partícipe y atento para develar su contenido, porque Alba Lucía Ángel no cucharea nada. Es un texto versátil y vivo que en dos cuartillas logra poner a treinta personas a debatir por horas quién habla, de qué habla y por qué.

 Por eso me pareció inaudito que alguien con abolengo durante la tertulia se haya atrevido a declarar rampante que "El guerrillero" no daba la talla de texto literario, que no ha debido incluirse en la antología de escritores colombianos de la que leíamos la obra y que era un texto menor; que para saber qué es un cuento hay que leer Cortázar, a quién incluso nos dejó de tarea. Y yo me pregunto: ¿Será que si el cuento así tal como está, se llamara "El Guerrillero", de Julio Cortázar, aquel literato de abolengo se hubiera atrevido a musitar palabra?

 Pensamos que aquello de que las mujeres tuviéramos que usar seudónimos, o escribir con el nombre del marido para poder ser validadas como escritoras es cosa del pasado. Pero es evidente que el diablo del patriarcado sigue asechándonos por los corredores.


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