El guerrillero
![]() |
Las meninas, de Diego Velásquez |
La única manera de saber que estamos hablando de un guerrillero es porque así se llama la obra, de la misma manera como, decía yo en la tertulia, en Las Meninas de Diego Velázquez todos los personajes representados en la pintura miran algo que está fuera del cuadro, que bien podría ser uno como observador de la obra, pero que en realidad son los reyes de España que están entrando al recinto y solo se develan a través del reflejo del espejo que se encuentra colgado en la pared del fondo.
Esta genialidad de Alba Lucía Ángel permite que uno como lector decida quién está narrando la obra y por ende le de un carácter particular y único al texto con cada lectura. "El guerrillero" exige un lector partícipe y atento para develar su contenido, porque Alba Lucía Ángel no cucharea nada. Es un texto versátil y vivo que en dos cuartillas logra poner a treinta personas a debatir por horas quién habla, de qué habla y por qué.
Por eso me pareció inaudito que alguien con abolengo durante la tertulia se haya atrevido a declarar rampante que "El guerrillero" no daba la talla de texto literario, que no ha debido incluirse en la antología de escritores colombianos de la que leíamos la obra y que era un texto menor; que para saber qué es un cuento hay que leer Cortázar, a quién incluso nos dejó de tarea. Y yo me pregunto: ¿Será que si el cuento así tal como está, se llamara "El Guerrillero", de Julio Cortázar, aquel literato de abolengo se hubiera atrevido a musitar palabra?
Pensamos que aquello de que las mujeres tuviéramos que usar seudónimos, o escribir con el nombre del marido para poder ser validadas como escritoras es cosa del pasado. Pero es evidente que el diablo del patriarcado sigue asechándonos por los corredores.
Comentarios
Publicar un comentario