Encuentros de feria


Despues de varios dolores de cabeza y mucha brega, logré agendar cuatro momentos en el stand de mi editorial para presentar Y de su amor viuda en la Feria internacional del libro y hacerlo parte de la programación oficial del evento. Los cuatro momentos, fueron literalmente momentos: pagué una cifra inverosimil para que me dejaran sentar en cuatro oportunidades en una silla ubicada en un rincón del stand de la editorial a hablar de mi libro por 15 minutos cronometrados, sin siquiera derecho a tener ejemplares disponibles para la venta.
 Ese pago me dio además entrada gratis todos los días de la feria, así que, haciendo limonda con los limones, me programé para permanecer toda la semana en la ciudad y poder acercarme a mis escritoras favoritas, conocer unas nuevas, ver y comprar libros que no iba a comprar pero no me aguanté las ganas de tener y sentirme parte de la comunidad de autoras de este país, así fuera ocupando el recodo más lejano del mapa literario colombiano y el último rincón del pabellón 6 de la feria.
Me sentí como esas personas que fueron al concierto de Shakira comprando las boletas más baratas en localidades donde escasamente veían un punto a la distancia que suponían era la artista, y publicaban reels en sus redes sociales diciendo: "Estoy más cerca del cielo que de Shakira, ¡Pero estoy adentro!"
Dicen que hay autores que han luchado años para estar en la feria y aún no lo logran, así que para mí, estar en la programación con mi bebé literario de tres meses es un gran logro, y en estas épocas de redes sociales solo publicar que uno está adentro así no de detalles, ya le da un gran impulso al libro y a mi carrera. 
Además de haber logrado mis quince minutos de gloria, he disfrutado poder escuchar e incluso hablar con mis divas literarias Pilar Quintana, quien sacó este año la segunda entrega de la Biblioteca de autoras colombianas con 12 joyas que ya quiero tener en casa; Piedad Bonnet, que estrenó libro autobiográfico este año; Rosa Montero, quien también estrena libro y a quien vi hablando hermosuras de los seis autores del boom latinoamericano (y con hermosuras quiero decir que hizo trizas el mito de que solo eran esos seis y nadie más escribía nada que valiera la pena en los años 60); Karina Marín, hablando sobre cuerpos divergentes; Gisella Antonuccio, hablando sobre vinculos de sangre; Amalia Andrade hablando sobre la identidad y el orígen; Laura Restrepo, Gloria Susana Esquivel y Ariana de Sousa García hablando de migraciones en su narrativa y Andrea Cote hablando de migraciones en su poesía; Elaine Vilar, hablando de escribir sobre la selva en un país que no tiene selva sino monte y Carolina Sanín, habla do de escribir poemas épicos a los niños perdidos en el amazonas.
Hice el ejercicio de ir únicamente a eventos de escritoras y corroboré que no solamente puedo llenar días enteros de programación sin repetir, sino que hay mucha literatura buena por leer.
Por eso tuve que ir a la feria con dinero para comprar, oídos para escuchar, síntesis para decir lo que había que decir sobre mi libro en menos de quince minutos y una libretica de apuntes entre la mochila, porque por todos lados pasaron cosas que transformaron mi propia escritura.

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