Cuestión de dependencia
Así las cosas, me espera una bella noche a la luz de la vela, sin pantallas y sin ruido, porque no hay internet, no hay TV, no hay Alexa ni sistemas de sonido y hay que reservar la carga y los datos del celular lo más posible para tener cómo comunicarse mientras regresa el progreso al sector.
A mí me encanta cuando se va la luz. A mis vecinos no. Generalmente hay ansiedad por las cuestiones propias de la comodidad e incluso si la cosa demora demasiado, he sabido que algunos se van a temperar a otra parte donde sí haya electricidad y puedan seguir sus vidas electrodependientes. Sin luz también aumenta la sensación de inseguridad: no hay alarmas ni puertas eléctricas y en la oscuridad todo puede suceder. Robos a casas, robos de ganado, tránsito de gente desconocida, aunque yo nunca he visto a nadie.
Afortunadamente mis alarmas no usan electricidad, aunque sí consumen mucho concentrado y dejan la casa llena de pelos. El otro día descubrí que los vecinos tienen a mis perras y sus ladridos referenciados porque ellas ladran mucho y de forma estridente, aunque nunca sin motivo. Ellas alertan que algo está sucediendo fuera de lo común, como por ejemplo, la llegada de mis vecinos estridentes de Bogotá, que solo vienen esporádicamente a su casa de veraneo y suelen aparecer aparatosamente con bombos y platillos a las 2 de la mañana.
Mis vecinos pasarás la noche unos angustiados por la oscuridad y otros aburridos porque se les dañó el plan de maratonear series en Netflix o poner música a todo volumen desde el ocaso hasta el amanecer. Yo meditaré, veré el anochecer, saldré al jardín a ver si hay luna o estrellas aprovechando que hoy no llueve y me iré a dormir tempranito porque mañana tengo cita para rodar en bicicleta con mis amigas a primera hora de la mañana.
PS: Y como no sabemos cuál será la situación en la madrugada, les dejo mi entrada ya, para que de todos modos puedan leerla a primera hora con el cafecito de la mañana.
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