Pensar el lenguaje

 

Hace unas semanas estoy participando en un seminario llamado "Pensar el lenguaje" ofrecido por la Biblioteca Franz Kafka de Tunja. Allí hemos tenido conversaciones interesantes sobre la magia del lenguaje. Sobre cómo, por más que no queramos, solo podemos articular ideas y tener pensamientos a través del mismo. Con unos pocos sonidos salidos de nuestra garganta tenemos el poder de transformar nuestro entorno, de comunicar nuestras emociones y deseos, de interpelar al otro para producir en él una respuesta. Y a pesar de ello, por más sofisticado que sea este sistema de comunicación, siempre será imperfecto, pues nunca lograremos aprehender a través de él la amplitud y profundidad de la realidad misma. Toda comunicación se queda pequeña ante la inmensidad de lo real, de lo cual solo podemos contener  unos pocos "mordiscos". En esa franja de inexactitud entre los real y lo nombrado, nace la poesía.

La próxima sesión del seminario es sobre el lenguaje de los animales vs. el lenguaje humano, y en el artículo que nos atañe, escrito por Emile Benveniste, hacen un análisis del sistema de comunicación de las abejas para compararlo con el nuestro. Primero que todo, las abejas, como nosotros, viven en sociedad, requisito indispensable para la existencia del lenguaje. Una abeja es capaz de transmitir a las otras de su comunidad que ha encontrado flores frescas, en qué dirección están ubicadas y a qué distancia. Sin embargo, según el autor, estos mensajes (que transmiten las abejas a través de danzas especiales que realizan con su cuerpo), no pueden considerarse lenguaje como tal.  

Aparentemente, el de las abejas es un mensaje que solo se transmite unilateralmente, del cual no se obtiene una respuesta que pueda devenir diálogo. Y es el diálogo, entendido como la capacidad de construir mensajes a partir de otros mensajes que se trenzan entre sí libremente y sin límite, lo que caracteriza el lenguaje humano. Como sucede al hablar por teléfono con el ser amado.

Y sin embargo, yo que vivo rodeada de animales, no logro tranzarme por esa interpretación. Que mi gato no me hable usando las vocales no quiere decir que no me hable. Yo sé cuando tiene hambre, cuando viene herido, cuando tiene frío y quiere meterse entre mis cobijas, cuando está de mal genio porque me he ido unos días, cuando está aburrido con la lluvia o feliz de haberse engullido una rata campesina. A su vez, él sabe cuando estoy triste, cuando estoy angustiada, cuando necesito que me sane con su ronroneo mágico, cuando necesito que me de espacio.

Mis perras acuden a mi llamado y me hacen pistola con su cola cuando me han escuchado y no quieren obedecer. Saben cuando quiero que ladren y cuando quiero que se callen. Cuando las quiero cerca y cuando necesito que se queden en la perrera. Yo sé cuando quieren que yo interceda por ellas porque su hermana les ha quitado su puesto habitual de descanso. Sé cuando quieren entrar, cuando quieren salir y cuando están al ascecho esperando que yo me distraiga para hacer una pilatuna. Incluso hace tiempo, cuando perdieron a su hermano, dejaron por años desierto el espacio entre ellas donde él se hacía para comer, y rodeaban el lugar donde lo sembramos en el patio en vez de pasarle por encima. Que no usen a la, la e, la i, la o, y la u no quiere decir que no hablen. No quiere ni siquiera decir que no haya diálogo, o sino por qué en las noches de luna llena tenemos conciertos rituales de llamado y respuesta entre todos los canes de la vereda. Por qué cuando el gato maúlla de cierta manera acechado por un perro ajeno, su jauría corre al rescate. Por qué cuando una de ellas se vuela de la casa, viene la otra a avisarme con cara de angustia. Por qué se me atraviesan al caminar para que no me vaya cuando saben que salgo de viaje y se sientan tranquilas despidiéndose sin maña cuando me ven salir a montar en bicicleta.

Sabemos poco del lenguaje de los animales. Si es cierto que existe un bache entre lo que logramos decir y la realidad, existe un bache aún más grande entre lo que los animales dicen y nuestro entendimiento. No podemos pretender que "lenguaje" sea solo el nuestro porque es el único que realmente comprendemos. 

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