Antes de que se vayan las brujas
Anoche fue noche de velitas, que tradicionalmente marca el inicio de la Navidad, aunque en estas épocas la Navidad comienza antes de que se vayan las brujas.
Y hablando de brujas, la semana pasada fui a ver Wicked, secuela del Mago de Oz escrita por Gregory Maguire en 1995 y hoy llevada al cine en formato de musical de Broadway. Me encantó. No tanto por la música, los efectos especiales, las grandes coreografías o las actuaciones estelares de Cynthia Erivo (Elfaba) y Ariana Grande (Glinda), sino porque es una historia sobre la amistad: un amor que salva y protege, del que casi nadie habla y al que pocos le dan la importancia que merece.
Wicked es además la historia de una amistad entre mujeres, lo cual ya de por sí es transgresor en una sociedad que nos enseña que solo podemos ser rivales. Elfaba, la única que realmente tiene superpoderes en esta historia, es verde y por ello, rechazada. Glinda por su parte, encaja perfectamente en el status quo de su entorno por su apariencia, por ser llamativa de la atención y por saber manipular las situaciones para que todo siempre juegue a su favor. Ese es su poder.
Son tan diferentes que nunca se pensaría que pudieran desarrollar una relación estrecha. Glinda comienza a acercarse a Elfaba porque quiere acceder al entrenamiento de hechicería que la segunda recibe de Madame Morrible, directora de la Universidad de Shiz. Elfaba solo quiere que la dejen en paz y que nadie maltrate a su hermana Nessa Rose, quien es una persona en silla de ruedas.
De engaño en engaño la historia va acercando a las protagonistas hasta volverlas amigas del alma, muy a pesar de la presencia del Principe Fiyero, quien anda con la una mientras se enamora de la otra, personaje que, de no ser porque se necesita una manera de introducir al hombre de paja en la historia, sería completamente prescindible.
De la aversión que las brujas se profesan al inicio de la película, pasan al amor que produce el conocimiento. La intimidad que logran se manifiesta en la manera en que bailan, se miran, se toman de la mano, se acompañan aún sin entender del todo el por qué de lo que hacen, hasta emprender juntas una aventura para encontrarse con el mago de Oz, que resulta ser el más grande de los farsantes.
El amor fluye incluso en la manera en que las brujas se separan al final de la película, la una partiendo de un contexto al que nunca ha pertenecido. La otra estableciéndose en el contexto del que siempre quiso hacer parte. Y es que eso es la amistad, un combustible que acompaña y que libera aún si eso implica tener que separarse.
En una entrevista que vi recientemente, le sugerían a las actrices que Elfaba y Glinda realmente eran pareja. Ellas contestaron que efectivamente Wicked es una historia de amor, pero que eso no necesariamente quería decir que la relación entre las brujas fuera sexo-afectiva, aunque con el tiempo vaya uno a saber cómo resulten las cosas.
Yo digo que independientemente de las teorías a las que nos quiera llevar la imaginación, efectivamente Elfaba y Glinda son pareja: una pareja de amigas que se aman, tal como Tully y Kate se aman. Como Grace y Frankie se aman. Como Thelma y Louis se aman.
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